Lo que a simple vista parece una isla más en el vasto Amazonas se ha convertido en el nuevo foco de tensión diplomática entre Perú y Colombia. El 5 de agosto, el presidente colombiano Gustavo Petro acusó públicamente a Perú de “ocupar un territorio que es de Colombia”, refiriéndose a Santa Rosa, una formación habitada por unas 3.000 personas.
La respuesta peruana fue inmediata. El canciller Elmer Schialer aseguró que Santa Rosa es peruana desde hace décadas, al ser parte de la isla Chinería, reconocida como territorio nacional desde 1929. Según Lima, los cambios en el cauce del río Amazonas no alteran las fronteras acordadas, y la infraestructura construida en Santa Rosa —escuela, oficinas de migración y aduanas— es prueba de soberanía.
Colombia, en cambio, afirma que la isla surgió después del tratado de 1922 y nunca fue formalmente asignada al Perú, por lo que exige reabrir la discusión fronteriza.
Un río que cambia el mapa.
El Amazonas no es un río estático. Sedimentos provenientes de los Andes y fenómenos como la deforestación y el cambio climático han modificado su cauce, creando nuevas islas y alterando su dinámica natural. Frente a Leticia, ciudad colombiana vecina a Santa Rosa, el caudal se desplaza cada vez más hacia el lado peruano.
Estudios recientes advierten que para 2030 el río podría dejar de pasar frente a Leticia durante gran parte del año, aislando su acceso fluvial y afectando gravemente su comercio. Para Colombia, esto no es solo un asunto territorial: es la supervivencia de su puerto amazónico.
¿Por qué Santa Rosa importa económicamente al Perú?
Más allá de la geopolítica, la disputa tiene un claro trasfondo económico. Mantener el control de Santa Rosa significa asegurar un nodo estratégico en las rutas comerciales fluviales que conectan con Brasil y Colombia.
Para Loreto, esta presencia fortalece actividades como el turismo amazónico y la pesca que, aunque no mueven grandes cifras a nivel nacional, son vitales para el empleo y el sustento local. Además, la isla representa un punto de control clave frente al tráfico ilegal y al comercio transfronterizo informal.
El riesgo para la economía y la diplomacia peruana.
Si la tensión escala, podría impactar las relaciones comerciales con Colombia dentro de la Comunidad Andina, ralentizando acuerdos, frenando inversiones en zonas de frontera y dificultando la cooperación en seguridad y conservación del Amazonas.
En el plano macroeconómico, una disputa prolongada podría deteriorar la percepción de estabilidad política en la región, un factor que los mercados financieros no ignoran. Esto, en escenarios de mayor incertidumbre, podría ejercer presión sobre el tipo de cambio y aumentar el costo de financiamiento internacional para el país.
Más que una isla: un termómetro geopolítico.
Santa Rosa no es simplemente un fragmento de tierra en medio del río. Es un símbolo de soberanía, un punto estratégico de comercio y un recordatorio de que los mapas no siempre son permanentes. Lo que ocurra aquí será clave para definir si Perú y Colombia fortalecen su cooperación o vuelven a sumergirse en una relación marcada por la desconfianza.